La política es adjetivada como social, económica, pública, y otros calificativos más; pero en esencia expresa las ideas, posiciones, decisiones y prácticas de individuos y grupos con intereses de clase concretos.

Arnoldo Martínez Verdugo, democracia y socialismo

   

Arnoldo Martínez Verdugo ha muerto. Tanto del campo de la izquierda como de la derecha le prodigan elogios, homenajes, reconocimientos y pésames, pero en ambos espacios algunos no lo comprenden bien, descontextualizan su trabajo político, lo confunden con otros personajes históricos de la izquierda mexicana, le regatean capacidad de iniciativa, minimizan la fuerza y claridad de sus ideas y del movimiento que, junto con otros, empujó e, incluso, lo presentan como un interlocutor reactivo a las iniciativas provenientes del poder.
Un connotado politólogo, incluso, plantea las cosas como si la luz de la reforma electoral hubiera descendido del cielo presidencial y Arnoldo y los comunistas mexicanos la hubieran pescado al vuelo. Parece olvidar que a ningún partido de verdadera oposición, grande o pequeño, le regalan cosa alguna, mucho menos si se define y actúa como un partido de clase, cuyas contradicciones son planteadas como antagónicas a la clase y grupos hegemónicos. Los comunistas mexicanos accedieron al registro electoral sin renunciar a su proyecto revolucionario socialista y a su vinculación con los movimientos sindicales, campesinos y populares, que actuaban al margen, o contra los lineamientos, del corporativismo priista. Esa es la razón por la que se les marginó de la lucha electoral. No es, pues, a partir de la iniciativa del presidente José López Portillo (JLP), y de su secretario Jesús Reyes Heroles, que Arnoldo Martínez Verdugo y el Partido Comunista Mexicano decidieron participar en la política electoral mexicana. La participación electoral era una iniciativa histórica de ese agrupamiento político, obstaculizada también históricamente por la derecha política en el poder y por su partido político siempre denominado como Revolucionario.   
Antes del movimiento estudiantil de 1968 y, desde luego, antes de la guerra sucia del gobierno de Luis Echeverría Álvarez (1970-1976), Martínez verdugo ya había expuesto claramente la vocación democrática de su movimiento, el cual no debía quedarse encallado en el tema de la vía revolucionaria. Para no ir más atrás, en el discurso de clausura del XV Congreso del Partido Comunista Mexicano (PCM), el 22 de junio de 1967 expresó: “Es el problema de la democracia el que está haciendo crisis en nuestro país y el eslabón a través del cual podemos impulsar un movimiento importante en pos de transformaciones inmediatas que incluyan y movilicen a grandes sectores. Es en torno a estos problemas que debemos concentrar nuestra propaganda, no sólo en las cuestiones de la nueva revolución”.
Fue esta iniciativa surgida del partido que encabezaba Martínez verdugo la que más adelante fue retomada por el gobierno de López Portillo, no como una concesión, sino como una necesidad que respondía a circunstancias políticas en las cuales el PCM era un actor destacado, a pesar del escaso número de sus militantes, siempre acosados y encarcelados con cualquier pretexto, pues el PCM padecía la guerra sucia de los gobiernos “revolucionarios” desde hacía varias décadas.
Por diversos medios, tales como: libros, periódicos, Informes, discursos y diálogos, Arnoldo Martínez Verdugo, expuso su pensamiento político. Los otorgantes de títulos y profesiones no lo catalogarían como un filósofo, pero sus reflexiones políticas y sociales no se detenían en los límites del liberalismo, buscaba en la historia y en la práctica política asociada y comunitaria el camino para arribar a una sociedad sin desigualdades sociales, o que, por lo menos, las minimizara; no concebía al autoritarismo como medio para alcanzar esos fines elevados y, por lo tanto, no aceptaba el estalinismo; era, sin duda, un hombre de acción que dirigió al PCM durante poco más de veinte años, desde la clandestinidad impuesta por el gobierno priista hasta la participación política abierta. Su análisis se refiere a las circunstancias políticas que había que enfrentar organizadamente o a la situación concreta del país, como seguramente preferiría conceptuarla, y en esa lógica abordó la historia de los comunistas en México, en la cual su partido jugó un papel de primer orden. Nunca dejó de buscar salidas democráticas a la crisis política perene del país y de aportar iniciativas para “modificar de raíz las normas y las prácticas que restringen la actividad política de los ciudadanos, especialmente de los obreros y los campesinos.” Así como para “una redefinición de las relaciones políticas y de las perspectivas inmediatas del desarrollo nacional.”
Identificó con claridad al llamado Grupo Monterrey como el más retrogrado de la oligarquía, el cual, junto con otros oligarcas y corrientes identificadas como reaccionarias, utilizaban la “vieja táctica de difundir rumores alarmistas entre la población,” para volver inocuas las iniciativas legales favorables al pueblo, frenar las reformas legales progresistas, o limitarlas, y presionar para influir en el ambiente político y “lastrar al próximo gobierno –el de JLP- con nuevos compromisos.” Ese grupo buscaría hegemonizar para “crear las condiciones que le permitan convertirse en un centro hegemónico de la gran burguesía y de las fuerzas más retrogradas del país, con la aspiración de representar una alternativa más autoritaria al régimen actual.” Y desgraciadamente --como lo previó Arnoldo- pocos años después lo consiguieron.
Sin prejuicios ni dogmatismo identificó, además, la existencia de “personas que actúan en el campo democrático y son miembros del partido gobernante.” Pero dejó fuera de ese campo a Luis Echeverría Álvarez y a Porfirio Muñoz ledo, presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PRI. Con sus acciones políticas ambos se habían ganado ese juicio. Durante el gobierno posterior a JLP, el grupo identificado por Arnoldo como actuante en el campo democrático surgió a la luz pública y se alió con la izquierda mexicana, desdibujándola.
Fueron varias las iniciativas emprendidas por Arnoldo, algunas de ellas con un hondo contenido predictivo:
a)      “Una política de amplias alianzas”, capaz de vincular “no sólo a los comunistas y los partidos y organizaciones de izquierda, sino también sectores democráticos del PRI e incluso representantes destacados de la empresa.” La finalidad –decía- era aislar a “los sectores más autoritarios, fascistas o profascistas, que actúan dentro y fuera del aparato gubernamental.”
b)      Propuso impulsar una reforma política respaldada en aquellos sectores. La reforma electoral de 1977 sería, en gran parte, obra de los comunistas y de los sectores con quienes realizó una política de amplia alianza.
c)      Como dirigente del PCM propuso y llevó adelante la política de unidad de la izquierda. Desde 1976 el PCM se alió con el Movimiento de Organización Socialista y la Liga Socialista, con plataforma común, lista de candidatos a diputados y senadores, y en apoyo a Valentín Campa como candidato presidencial sin registro, pero que repercutió favorablemente  en la reforma política instrumentada durante el gobierno de JLP.
d)      Otra preocupación suya fue: “hacer avanzar la causa de la democracia y del socialismo en nuestro patria.”
e)      En una situación entendida como de “crisis política”, propuso desplegar “en todos los aspectos la iniciativa de los comunistas, su decisión de influir en la redefinición de las relaciones políticas en su sentido democrático.”
f)       Su intervención fue decisiva para que el XVII Congreso del PCM, realizado en abril de 1976, decidiera la participación de ese partido en las elecciones generales del mes de julio de ese año, con candidatos propios, a pesar de carecer de registro.
g)      Impulsó la participación de aquellos sectores sociales conceptuados genéricamente como “las masas” en la vida política nacional, con la finalidad de contribuir a efectuar cambios políticos reales, e insistió en la reforma de la Ley Electoral y en la aplicación de la Ley de Amnistía a todos los presos y procesados por razones políticas.
h)      Empujó la reforma de la Ley Federal del Trabajo para terminar con la obligación de registrar a los sindicatos y a sus directivos ante el gobierno, reforma que por cierto aún sigue esperando.
i)        Muchas fueron las medidas impulsadas por Arnoldo al frente del PCM, entre ellas la eliminación del Título II del Código Penal y la profundización del proyecto de Ley sobre Asentamientos Humanos, para garantizar los intereses de los colonos, precaristas e inquilinos.
j)        Valoró positivamente las nuevas condiciones propicias para la participación política de los comunistas, y se propuso la tarea de organizar a los militantes en células, comités seccionales y regionales, con oficinas públicas y participación abierta. Se planteó como consigna  la “reforma política democrática”. Supuso que ésta permitiría ampliar la lucha de clases, la organización y la educación del sujeto genérico identificado como: el proletariado. Dicha consigna impulsada por el PCM bajo la forma de ‘“lucha por la libertad política’”, era combatida por el resto de la izquierda con argumentos como los siguientes: 1) no expresa la tarea principal del momento, o bien, 2) subestiman la lucha por la libertad política y, por otra más: 3) esa reivindicación es irrealizable.
k)      La metodología política de la izquierda aconsejaba caracterizar al régimen político existente, para Arnoldo el régimen político vigente era de “naturaleza despóticopaternalista”. Ante las críticas de la imposibilidad de reformarlo, respondió que la reforma democrática no dependía de la voluntad de los contendientes, sino de la correlación de fuerzas, pues: “Bajo el capitalismo, ninguna reivindicación democrática puede ser considerada irrealizable; todo depende de la formación de un bloque de fuerzas capaz de imponerlas en el momento oportuno.” Consideró que lo único “inevitable es la revolución democrática y socialista, a la que tratamos de abrirle paso.” Sin embargo, ninguna de las dos ha arribado a buen puerto.
l)        La lucha por la libertad política tendría raíces profundas en la historia de México; el objetivo común de los movimientos de 1958-1959 y de 1968 habría sido romper el muro del despotismo y lograr la libertad política. “Por eso afirmamos en la Declaración del 26 de mayo que ‘la conquista de sus derechos políticos en la práctica, la consagración de éstos en leyes y en conductas gubernamentales que los respeten, es el sentido en que marcha actualmente el movimiento político real de las masas, es la dirección en que se desenvuelven sus luchas.’”
m)   Mientras no existiera una situación revolucionaria la lucha era por la libertad política. “Nos mantenemos en la tesis de que una clase que no aprende a luchar por la democracia tampoco puede hacerlo eficazmente por el socialismo.”. La preparación en la lucha por la democracia sería indispensable para llevar adelante la revolución socialista. Luchar por la ampliación de los derechos democráticos de los ciudadanos y extenderlos “a todas las esferas de la vida política, económica y social forma parte de los requisitos indispensables para que la clase obrera adquiriera la capacidad de luchar por el socialismo.” En este punto se apoyó en Lenin, quien sostenía que el socialismo no era posible sin la democracia, pues ésta era tanto su condición como su consolidación.
Por eso, cuando la Comisión Federal Electoral lanzó su iniciativa reformista, a iniciativa del presidente JLP, Arnoldo participó en una audiencia pública para exponer el punto de vista de los comunistas, el 2 de junio de 1977. Señaló la convicción popular de eliminar un sistema electoral legal y reglamentariamente viciado, que marginaba de la vida política a la mayoría de los ciudadanos; el desprestigio de la forma de gobernar, y “la crisis de los partidos del sistema y de las instituciones representativas.” Advirtió la importancia de que no fracasara la iniciativa, ni se mediatizaran las aspiraciones populares, para que no desembocara “en una nueva frustración”.
La crisis política era resultado de “la contradicción entre las instituciones políticas y la realidad social”; se trataba, dijo, de “una crisis de los aparatos ideológico políticos del régimen; sus partidos, su sistema electoral, sus instituciones de control del movimiento obrero y campesino.”
No se equivocaba Arnoldo, la crisis política, económica y social que hoy vive el país tiene el mismo fundamento. Los mismos actores que señalara 36 años atrás han conducido al país a una frustración más, advertida y desaconsejada por él.
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